lunes, 7 de junio de 2010

El 24 de mayo de 1543 murió el astrónomo Nicolás Copérnico, al tiempo que se publicaban los primeros ejemplares de su obra Sobre las revoluciones de las esferas celestes, que afirma que ni tanto la Tierra ni sus habitantes los seres Humanos son el centro del Universo si no que forman parte de un todo aún más grande.
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Ese todo se pone ahora en entredicho en un artículo publicado en Physics Letters B. El texto afirma que el universo no es más que el residuo de la materia absorbida por un agujero negro de un universo mayor.
Los agujeros negros se forman tras la destrucción de una estrella de gran masa que se concentra sobre sí misma, lo que genera un campo gravitatorio tal que ni siquiera la luz escapa a su atracción. Algunos de ellos pueden crecer enormemente devorando la materia a su alrededor. La Vía Láctea alberga en su centro un agujero negro con una masa de cuatro millones de soles y similar a los presentes en el centro de otras galaxias.
Según la teoría convencional, la materia que rodea a un agujero negro es atraída hasta traspasar su horizonte de sucesos, una frontera entre el interior y el exterior del agujero, donde la atracción gravitatoria supera la capacidad de la luz para escapar. Una vez traspasado este umbral, la materia entra en la región central del agujero, conocida como singularidad, que es donde la gravedad es tan inmensa que deforma el espacio-tiempo. No obstante, nunca se ha observado de forma empírica la existencia de agujeros negros, sino que "se nota su presencia debido a cómo se comporta la materia a su alrededor", explica el catedrático de Astronomía y Cosmología de la Universidad Politécnica de Cataluña, Enrique García-Berro.



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