lunes, 7 de junio de 2010

En el siglo XIX hubo hasta medio millón de olmos en la Comunidad de Madrid. Luego llegó la grafiosis, y con ella la merma de su población, que nunca se recuperó a pesar de los esfuerzos acometidos. En otros casos, el pavimento de plazas los deterioró hasta hacerlos enfermar. Y en otros casos, fueron causas naturales las que acabaron con ellos, como le sucedió al olmo de San Martín de Valdeiglesias, un árbol singular derribado por el viento y que, por suerte, «tendrá» una segunda oportunidad.
Con el fin de impedir que se pierdan para siempre árboles singulares de la región, el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), dependiente de la Consejería de Medio Ambiente, se ha puesto manos a la obra. Durante un año han estado recogiendo ramas u hojas de 31 árboles singulares de la región y las horas de trabajo han comenzado a dar sus frutos.
En tres o cuatro meses, el olmo de Guadarrama, que ha logrado sobrevivir estos años gracias a los cuidados contra los barrenillos, los insectos que transmiten la grafiosis, tendrá sus propios clones. «En septiembre u octubre tendremos una o dos docenas de bastardos del olmo de Guadarrama», explica con cariño Manuel Ravada, director del Departamento de Investigación Agroambiental del Imidra. No es para menos. Al principio sólo se iban a clonar árboles singulares que fueran tejos y alcornoques, ya que ya lo han logrado con árboles de estas especies, y gracias a él, los olmos también serán clonados. El motivo: las raíces que tiene este experto precisamente con el olmo de Guadarrama, un ejemplar que no quería ver desaparecer, por lo que en la última poda aprovechó el momento para recoger una rama caída.



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